miércoles, 8 de septiembre de 2010

¿Es que la vista del mundo tangible
me ha doblado la edad que no lo alcanzo?
Luce el polvo de las ruinas,
y el brazo del tiempo
tan desgastado, rechina con el grito de un ayer
idéntico, sin presura.
El velo del sueño cubre mi entrecejo
Y mientras veo o intento contemplar,
de la verdad diviso las sombras
y ya no sé si grito horror, dicha
o agonía.
Pero grito, ¿o es el tiempo que rechina?

De mí sólo sé de ilusiones
sólo sé de propósitos
sueños, ocasiones.
Y lo demás no lo siento
sino como algo sin cuerpo,
sin la figura que mis manos
algún día podrían apropiar.
Y no lo quiero
pues el universo ha
grabado en mi lengua
el sabor de las pesadillas
que no recuenta.
Y que sin forma de humana visión
se desvanecen en su esencia.
¡Pero yo no veo, oh mundo,
oh rubro del pasado precoz,
oh discordancia que bebo del presente,
por qué he de transitar sin objeción
un camino que jamás a un misterio
podría dar la respuesta!